¿Quién te dijo eso?
—Es no importa, quiero que me digas toda la verdad Anya…
— ¿Me juras que no te vas a enojar conmigo?
—Sí, pero dime…
—No, no soy yo…
— ¿Y por qué me mentiste en algo así? Sabes que a mí no me importa lo físico, pero necesitaba tener una idea acerca de quién era la persona de la que me había enamorado…
—Pero cuando yo te mandé esa foto apenas nos estábamos conociendo, nunca me imaginé que tú llegarías a significar tanto para mí
— ¿Y por qué no me habías dicho la verdad? ¿Quién es ella?
— ¡Porque tenía miedo! Miedo a que me dejaras de querer, a que te alejaras de mí… en ese momento yo tenía mi autoestima por los suelos y después se me hizo muy difícil decirte la verdad… y ella… pues, ella es una chica que me apareció en un espacio un día, y se me hizo fácil guardar una de sus fotos y presentártela como yo... pero te juro que no sabes cuánto me arrepiento, de verdad.
—Bueno ya, ¿Tienes alguna foto tuya? Una real…
—Pues, si… pero no se ve muy bien…
—Anya ¡por favor…! —escribió ya estando más molesto. — mándame esa foto como estés, necesito saber quién está detrás del monitor, no puedo vivir mi vida a ciegas, ya te dije que no me importa si eres bonita o no, solo quiero saber quién eres y ya.
—Está bien, te la mandaré.
—Está bien, mañana la veo, me tengo que ir…
— ¿Estás enojado conmigo?
—No, pero tengo que irme, mi mamá me llama, cuídate.
En el momento en el que se desconectó pensé que ahí había terminado todo. Era indiscutible el hecho de que el amor es honestidad y yo le había mentido. Me sentía muy mal, con mucho miedo, miedo de que al enviarle la foto yo no le gustara y se alejara de mi, o que, gracias a la mentira que le había dicho, perdiera la confianza en mí y nada volviera a la normalidad. No sabía. Había miles de cosas rondándome por la cabeza, pero, en definitiva, tenía que afrontar las consecuencias de no haber dicho la verdad.
Justo en ese momento entró Karen, mi hermana, y al ver mi cara de angustia no dudó en preguntarme qué era lo que me había sucedido.
—Es que… ¿recuerdas que yo una vez te conté que conocí al ex novio de Diana y que nos hicimos muy amigos?
—Sí, si me contaste.
—Bueno pues, en ese entonces, cuando empezaba a conocerlo, le mandé una fotografía de otra chica que no era yo, diciéndole que ella era. —Dije agachando la cabeza.
— ¿Qué? Pero no puedo creer que hayas hecho eso Anya… y más teniendo tan cerca a Diana, sabías que en cualquier momento podría decírselo… —Dijo regañándome.
—Pues sí, pero en ese momento se me hizo fácil, y ahora pues ya lo descubrió y me da miedo que algo entre él y yo cambie. —Dije a punto de llorar.
— ¿Estás enamorada de él?
—Si…
—Ah, ya veo, pues mira… si él te quiere de verdad no le va a importar como seas físicamente, se enamoraron por un medio en el que, poco importa lo físico, vamos… se conocieron más allá de una cara bonita, conocieron su interior, sus pensamientos, sentimientos, forma de ser… algo que físicamente es imposible poder ver. —Dijo tomándome de las manos —Mucha gente mantiene relaciones basadas en el físico, pero realmente no se conocen. Es con el tiempo con el que se van descubriendo mutuamente, y si aquello no les agrada, finalmente terminan separándose. En el caso de ustedes, fue al revés, primero conocieron lo que es invisible, y tal vez en un futuro se conozcan físicamente, pero es mucho más fuerte lo primero. Si él vale la pena, no le preocupará que seas bonita o no, porque él se enamoró d ti sin tocarte, sin verte… él se enamoró de lo que escribes, de tu voz, de lo que dices, de lo que piensas…
— ¿Entonces crees que no afecte esto?
—Puede ser que se haya inquietado un poco. Finalmente todas las personas necesitamos tener una imagen de a quien amamos, para sentir que son reales. Para poder imaginarte a quien estés abrazando con el pensamiento… como soñarla, etc. Pero lo que finalmente cuenta es la esencia que da vida a esa imagen… y tal vez a él le cueste un poco pensar que a aquella persona que se imaginó encarando tu ser, haya sido errónea… pero con el tiempo retornará a la normalidad y te entenderá. No te preocupes Ann, solo dale su tiempo y no lo presiones.
Aquellas palabras de mi hermana me habían ayudado absolutamente. Me hicieron entender la esencia de él amor que estaba viviendo. Alguna vez ya había leído en el libro “El principito” una frase que resumía todo aquello: “Solo se puede ver bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos” Y era bastante cierto. Aun pienso que hay muchas personas “ciegas” que se dedican a ver el exterior de la gente sin darse cuenta que en su interior se pueden encontrar los tesoros más preciados y necesarios para ser feliz. Y le rogaba a Dios que Jean pudiese ser de los pocos que pudiesen ver eso, sino era así, entonces no tenía caso seguir con esa situación.
Al otro día Jean se conectó como siempre y para mi sorpresa fue él el que inició la conversación. Yo contesté temerosamente por su respuesta, sin embargo Jean no me decepcionó.
—Ya vi la foto que me enviaste.
— ¿Si? Bueno pues… ella si soy yo.
—La verdad es que, tú estás más bonita que la otra chica de la foto.
— ¿En serio?
—Sí, no sé por qué hiciste eso.
—Gracias… créeme que yo tampoco lo sé, estuve mal y te pido mil disculpas por eso, te juro que no se volverá a repetir.
—Eso espero… en verdad confiaré en ti de nuevo, espero que no me defraudes. ¿Te parece si hacemos un pacto?
—Sí, ¿Qué pacto?
—Que siempre, pase lo que pase… pero de verdad PASE LO QUE PASE, siempre nos diremos la verdad de todo el uno al otro. ¿Aceptas?
—Sí, Jean, te juro que pase lo que pase, SIEMPRE te diré la verdad de todo.
—Yo también te lo juro Ann, es un pacto.
Y después de aquel juramento que hicimos los dos, todo siguió el curso que llevaba. Los primeros días sentía a Jean distante de mí, pero poco a poco, como me dijo mi hermana, volvió a la normalidad.
Llegó Navidad y año nuevo, fechas que compartí con Jean ya sea conectándome casi todo el día, puesto que estaba de vacaciones, hablábamos por teléfono y nos mandábamos postales relativas a las fechas, demostrándonos el amor de el uno por el otro en cada palabra que escribíamos, sin duda fue una de las etapas más bonitas. Todo en la calle eran luces de colores, frio, música navideña, y familias reunidas. Símbolos que más allá de representar esa época tan bonita, se estaban convirtiendo también en iconos de mis recuerdos sobre el amor de Jean, inclusive con la espuma blanca para simular nieve en el árbol de navidad, escribí en la pared de mí recamara un corazón con una letra J en medio de él.
Era fantástico, era como aquellos cuentos de amor que yo leía desde pequeña y que pensé que nunca podría vivir. O, tal vez no. En aquellos cuentos las princesas vivían en donde vivían los príncipes, y como siempre, nada podía ser perfecto, a mi historia le faltaba aquello, pero me conformaba con saber que a muchos kilómetros de aquí había una persona que me quería y a la que yo quería demasiado, tenía a alguien en quien pensar y con quien imaginar mi encuentro, algún día sería… algún día tendría que ser.
El último día del año, los únicos conectados de nuestros contactos a las 11 de la noche éramos él y yo, brindando virtualmente por el año que estaba por venir y el que esperábamos, fuera nuestro cómplice para nuestro sueño de poder conocernos, nunca imaginé de qué forma y en qué momento llegaría dicho momento.
—Nunca olvidaré este año, han pasado tantas cosas, pero sobre todo, ha sido el mejor año de mi vida porque te conocí a ti.
—El mío también, a mí también me pasaron muchas cosas, pero la más especial es estar contigo Ann…
—Entonces brindemos porque este año sea mejor que este—Escribí poniendo un icono en forma de copa que había en Messenger. Y él hizo lo mismo.
—Sí, brindemos porque el año que viene supere a este inolvidable año. Salud.
—Salud. Escribí.
FORMATEANDO CPU.
Nunca pensé que eso fuese a pasar. Era cierto, nada era perfecto ni nada era para siempre, pero nunca me imaginé que sería así, ¿Por qué? No lo entendí, y tal vez nunca lo haga.
El nuevo año inició con un viaje que realizó Jean con sus hermanos a Estados Unidos por una semana. Su papá los había llevado a comprar cosas de regalo por el nuevo año, y estuve toda una semana sin hablar con él. Nos mandábamos mensajes y de repente se conectaba solo para saludarme y se iba. Lo extrañé mucho, a pesar de que meses antes habíamos dejado de hablar más tiempo, ahora que estábamos más cerca el uno del otro, era más difícil separarse.
Sin embargo, iniciaron las clases y el llegó de su viaje. Era un nuevo semestre para él y para mi, los últimos 6 meses de la secundaria. Sin duda habría muchos cambios en ese año, que iban más allá de la magnitud que había imaginado.
La primera semana transcurrió como siempre, sin muchas novedades en mi colegio, más que contarnos entre amigos las novedades de las 2 semanas de vacaciones navideñas, y sin explicación alguna, justo en esa semana, las platicas con Jean habían sido un poco más frías. En mi interior tenía un presentimiento acerca de este nuevo semestre en el colegio de Jean, no sabía exactamente que era y me decidí a hablarlo directamente con él, sin duda su respuesta fue una de las sorpresas más desagradables en toda mi vida.
— ¿Sabes Jean? Desde que regresaste de tu viaje te he sentido un poco raro, como… distante, frio, no sé… ¿pasa algo? ¿Estás enojado conmigo?
—No para nada, de hecho esta ha sido una buena semana para mí.
— ¿Por qué?
—Porque volvimos a hablar tu y yo como antes y porque… a una niña que me gustaba desde hace mucho le tocó en mi salón, y es muy agradable y ya nos hicimos amigos.
Cuando Jean escribió eso, sentí como mis manos se helaban y la sangre se detenía en mi interior. Algo malo estaba pasando, y no solo era el simple hecho de que esa chica se haya convertido en su amiga, sino que, presentí y todo iba más allá de una simple amistad. Sin embargo no demostré interés alguno en el hecho de saber que a él le gustaba esa chica, traté de ignorarlo, finalmente a mí alguna vez también me gustó Joel, y no había pasado a mayores.
Esa sensación en mi, transcurrió el siguiente mes de ese año, no desaparecía por más que quisiera tranquilizarme, pero nunca le dije nada a Jean, preferí mantenerlo en secreto sin pensar más allá de lo que ya estaba pasando, sin embargo, llegó un día en el que no se contuvo más y fue entonces cuando se tuvo que cumplir aquel pacto que nos hicimos meses antes.
— ¿Recuerdas el pacto que tenemos sobre decirnos la verdad de todo?
—Sí, claro que lo recuerdo, ¿por qué?
—Mira Ann, yo quiero ser muy sincero contigo, ante todo no quiero mentirte por nada, y sé que tal vez pueda lastimarte con esto, pero no puedo engañarte, ¿recuerdas a la chica de la que te hablé hace tiempo?
Sabía lo que me diría, y sabía que sería doloroso. Finalmente algún día tendría que pasar eso y este era el momento de ser fuerte al leer lo que él escribiría, tenía que ser fuerte porque de no serlo, se destrozaría algo más que mi propio corazón.
—Pues… vengo de su casa, estuvimos platicando y… nos besamos, es una chica muy especial, vive atrás de mi casa y la veo a diario en el colegio, es muy linda y me gusta mucho… quiero tener algo más con ella se llama Natalie.
—Pues, me da gusto por ti, qué bueno que hayas encontrado a una buena chica después de Diana, y ojalá que ella te haga feliz. —Escribí llorando frente al monitor— ¿Te importa mucho?
—Sinceramente Ann, si muchísimo.
No pude más. Mis manos temblaban y mi corazón latía como nunca lo había hecho. Nunca había sentido tanto dolor en un solo momento. Me destrocé, me rendí, me sentía la persona más desilusionada del mundo, me dolía, como nunca me había dolido nada. Me tiré sobre la cama y comencé a llorar por mucho tiempo. ¿Cuánto? Ni yo misma lo sé. Lloré hasta quedarme dormida, era un dolor un poco más que intenso, un dolor que no solo podía explayar sino sentir, sentir en cada parte de mí ser, lo que más quería se me estaba yendo… o quizá, jamás lo tuve.
Decidí que Jean jamás sabría acerca de ese dolor. Estaba claro que yo no podía hacerlo tan feliz como él deseaba, ahora por fin, después de tanto tiempo había encontrado a una chica que si podría hacerlo feliz, y yo no era nadie para amargarle esa felicidad con llantos y reclamos. Deseaba realmente que fuese feliz conmigo o sin mí, y entonces supe que debía alejarme, sin decir nada, sin despedidas, solo así… irme, irme de su vida, dejarlo completamente en paz.
Lo eliminé de mi correo y lo bloqueé en Messenger. Y así me contuve hasta 1 mes después, cuando ya no pude más. Tenía que saber de él, al menos como estaba, me conformaba con saber que estaba bien y listo, tenía que seguir con mis planes, aunque a diario lloraba por la necesidad de hablar con él, por extrañarlo en cada momento del día, nuestras conversaciones en la noche y los mensajes al celular, se había convertido en mi compañero, y ahora, todo había desaparecido.
—Hola Jean, ¿Cómo estás?
— ¡Ann! ¡Qué milagro! ¿Por qué no te habías conectado? Te he extrañado mucho, de verdad, me haces mucha falta.
—Sinceramente, siento feo al ver que pones una foto de Natalie en tu Display de Messenger y Nicks que tratan sobre ella, es un poco difícil, a veces siento que no puedo con eso.
—Ann… perdóname, sé que tal vez yo tenga la culpa de que te sientas un poco triste, pero créeme que no quiero perderte, quisiera que habláramos como antes, en verdad me haces falta, te lo juro.
— ¿Y por qué no preguntaste por mí en todo este tiempo? No Jean, no es fácil olvidar todas las palabras dichas, todos los planes, y todos los sentimientos, Sinceramente no puedo, lo mejor será que nos dejemos de hablar definitivamente.
—Pero yo no puedo dejarte ir Anya, tu lo eres todo para mi ¡estoy enamorado de ti! ¡Te necesito!
—Si eso fuera cierto, entonces te hubieras quedado conmigo a luchar por lo que sentimos, y no estarías con ella…
—Pero entiende Ann… a ti no puedo verte, no podemos salir, ni siquiera podemos ser novios, porque jamás saldríamos ni nada, es difícil Ann… muy difícil, estoy entre la espada y la pared… creo que sería mejor que nunca te hubiese dicho la verdad.
— ¿Y mantenerme con engaños? No Jean, cumpliste tu palabra y te lo agradezco, pero no se puede tener todo en la vida, y yo no quiero estar sufriendo cada día por el hecho de pensar que estarás con ella, mejor tenemos que olvidarnos, y ya.
Y así dejábamos de hablar ciertas semanas hasta que llegamos a los 5 meses después. Explicar todo lo que sucedía en todas esas pláticas ciertamente es difícil. Había días en los que me mandaba un correo diciéndome que necesitaba hablar conmigo, que me extrañaba y que se sentía muy mal, obviamente yo nunca le negaba mi ayuda si sabía que me necesitaba, pero algunas veces el sentirse mal, era causa de peleas con Natalie. Nunca tuve contacto alguno con ella, ni siquiera supe si ella sabría de mi existencia, a o cual puedo creer que no, lo que sentía por las cosas que me contaba Jean, es que no era una chica muy buena que digamos, lo hacía sufrir, y en esos momentos con todo el dolor del corazón, tenía que convertirme de nuevo en su amiga, solo a veces, porque los días en los que estaba bien, prefería no aparecerme por su ruta, no deseaba ver todas sus dolorosas demostraciones de cariño.
Hasta que un día Jean se animó a preguntar:
— ¿Qué podría hacer para que siguiéramos platicando como siempre? Pídeme lo que quieras y lo hago
Sabía perfectamente lo que necesitaba, pero como me lo había prometido, nunca haría participe a mi egolatría en la relación con Jean así que decidí no hacerlo, pero le dije que esa situación tenía que terminar. No podía más seguir siendo su pañuelo de lágrimas porque siempre estaba pensando en él y no en mí, yo lloraba cada vez que él me hablaba de ella, y solo había una manera de evitarlo, dejándolo definitivamente. Un día al fin, hablando con micrófono en la computadora, llegamos a la mejor solución.
—Nada Jean, esto tiene que terminar…
—Anya, te lo ruego, pídeme lo que quieras, lo que sea, pídemelo, y te juro que lo hago.
—Déjala.
—Pídeme lo que quieras menos eso Ann…
—Solo así podría creerte que en verdad es a mí a la que quieres.
—Tengo que demostrártelo, pero por aquí no puedo hacerlo, el internet me limita mucho.
—Pues entonces no hay manera… sé feliz Jean, esta es la última vez que tú y yo hablamos.
—No Ann, por favor, te necesito, te juro que te amo, ¡te amo! No me dejes solo… por favor.
—Jean… —escribí llorando. —será lo mejor, para ambos, ya lo verás, tú serás feliz con Natalie, y yo… también seré feliz si tu lo eres. Yo también te amo Jean, nunca lo olvides.
—Te amo Ann…
Terminé la llamada y me fui llorando a mi recamara. Era difícil pensar que aquella había sido la última vez que habíamos hablado después de tantas cosas. Sin embargo, no sabía lo que estaba por venir.
Al otro día por la noche, recibí una llamada suya, me extrañé y estuve a punto de no contestarla, sin embargo, tuve el presentimiento de que tenía que hacerlo, así que contesté y me sorprendió con una gran sorpresa.
—Ann, no puedo dejarte ir así como así y te voy a demostrar que tu eres a la única persona que amo, necesito que me des tu dirección, mañana domingo voy a verte hasta tu casa, le cambié el regalo de cumpleaños a mi mamá, y en vez de celular nuevo, me llevará a verte.
Me quedé en shock. No sabía si reír o llorar.
—No, no Jean. Mejor así está bien todo y ya.
—Iré quieras o no Ann, así que dame la dirección tu, o se la pido a Diana o a ver a quién, pero de que iré, iré.
De pronto sentí que tal vez ni siquiera lo haría, así que le di mi dirección y pensé que al otro día me diría una excusa para no ir. Me prepare un poco más para dormir, con esa misma mirada perdida, mirada de incredulidad ante tal suceso, no podría suceder ¡no estaba lista! Sin embargo al otro día me esperaban muchas sorpresas.
Al otro día me desperté muy temprano a pesar de ser domingo. Comencé a arreglarme un poco más de lo común y arreglar mi recamara. Era el medio día y no había recibido señales de Jean, así que pensé que de nuevo había sido falsa alarma. Hasta que vi que mi celular prendía traté de contestar y ver quién era pero no pude. Casualmente ese día se descompuso mi celular y la pantalla, así que no podía contestar. Tratando de calmar mis nervios y buscando una solución fui rápidamente a ver a Katia a su casa para que me prestara su celular, ella no estuvo, entonces regresé para tratar de pensar que haría.
Sonó el timbre de mi casa y salí con taquicardia. Me asomé temerosamente pero no, era Katia quién me había ido a ver porque le avisaron que fui, le platiqué lo que sucedía y me ayudo a cambiar el chip de mi celular al suyo. Yo estaba dando la espalda hacia la calle, frente a la puerta de mi casa, las dos estábamos muy entretenidas y yo muriéndome de los nervios, con las manos temblando por no saber ni siquiera que sucedía con Jean.
De pronto escuché una voz desconocida de mujer , quién me preguntaba por una dirección.
—Disculpa, ¿en donde es el número 10?
Volteé lentamente, nuestras miradas se cruzaron e inmediatamente pude reconocer esos ojos, ese momento parecía estar en cámara lenta. La mujer recargada en el volante, me permitía ver aquella mirada con la que pudimos reconocernos inmediatamente. Sin verla a ella, contesté.
—Aquí, es aquí…